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Editorial: Un necesario comienzo


Este boletín que estás leyendo es el primero que publicamos como la nueva Coordinadora Nacional Juvenil de la Izquierda Cristiana, y es fruto y consecuencia del camino que hemos recorrido los jóvenes de la IC, durante los últimos años.

Nuestra Juventud se conforma como el espacio donde articulamos la acción política partidaria desde y hacia los jóvenes, con temas generacionales propios, y con nuestra mirada sobre los temas más globales. Somos un espacio de coordinación y articulación, donde confluyen el componente estudiantil (secundario y superior), el quehacer poblacional y la lucha de los trabajadores jóvenes.

En ese espíritu, dedicamos esta primera edición a Rodrigo Cisternas, trabajador joven, asesinado por las fuerzas policiales en una protesta de los obreros forestales de Arauco.

Nuestra conformación como Coordinadora quiere decir que no somos un partido aparte dentro de la Izquierda Cristiana, como otras juventudes que están desvinculadas orgánicamente, sino que somos un espacio de acumulación de fuerza y sangre juvenil al interior de nuestra organización.

Como IC hoy reafirmamos nuestra lucha por la emancipación de los oprimidos y excluidos de la sociedad, con un claro compromiso programático por alcanzar una democracia participativa, terminar con la escandalosa desigualdad en la distribución de la riqueza, hacer una verdadera inclusión a nuestros hermanos de los pueblos originarios, acabar con la educación de mercado, refundar Chile en una Asamblea Constituyente y consolidar la unidad e integración de Latinoamérica.

Somos una fuerza socialista, entendiendo el socialismo no sólo como un objetivo a alcanzar, sino como una forma de vida y una praxis constante por la democratización en todas las esferas. Además, somos una fuerza liberadora, transformadora y popular, y te invitamos a conocernos y a formar parte de esta construcción.

Hoy y mañana…
Izquierda Cristiana.


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Hacia una transformación profunda de la Educación Superior

por Santiago Trincado, Secretario General FEUAH




Los problemas de la Educación Superior chilena se evidencian en que las distintas instituciones que participan de ésta no requieren un compromiso social, sino que sólo están diferenciadas por si pertenecen al Consejo de Rectores o no, o si entregan formación técnica o profesional. Lamentablemente, el modelo actual ya ha hecho crisis y requiere de profundos cambios.

Es necesario un nuevo enfoque que permita una estructuración basada en el compromiso con el desarrollo del país y la colaboración en soluciones de las necesidades nacionales y locales de las comunidades donde se encuentra inmersa cada institución, así como la superación de las injusticias sociales. Para lograr este cambio, es necesario que luchemos por transformaciones concretas:

Diferenciación Institucional

Las instituciones de educación superior deben estar diferenciadas, según su régimen de propiedad y de compromiso con los criterios antes presentados. La diferenciación sería la siguiente:

1. Las instituciones propiedad del Estado son las reconocidas como Estatales y tienen la obligación de comprometerse a los criterios antes señalados.
2. Las instituciones de propiedad privada que se comprometen al criterio señalado anteriormente son las reconocidas como Públicas.
3. Las instituciones de propiedad privada que no se comprometen a los criterios antes señalados son las reconocidas como Privadas.

Financiamiento Institucional

Con esta nueva diferenciación, la forma de financiamiento a las instituciones debe cambiar en el sentido que el aporte fiscal directo e indirecto, además de la posibilidad de postular a fondos públicos, debe ser privilegio de las Instituciones Estatales y Públicas.

Financiamiento Estudiantil

Las instituciones Estatales y Públicas deben asumir un compromiso ético con las personas que tienen méritos suficientes, pero que no poseen recursos necesarios para acceder o mantenerse en el sistema de educación superior. Es necesario cambiar el actual modelo de créditos por un sistema de financiamiento estatal que asegure un Arancel Diferenciado, que avance hacia la gratuidad de los primeros IV quintiles de la población.

Regulación Arancelaria

Al existir un cambio profundo en el financiamiento institucional y estudiantil, es necesario que el Estado regule los aranceles de las instituciones que se financian con fondos públicos, estableciendo máximos para su determinación.

Acreditación Universitaria

Se hace urgente un nuevo sistema de acreditación, enmarcado en el sistema de educación superior propuesto, y sustentado en criterios de calidad, infraestructura y desarrollo institucional basados en las necesidades de nuestro país.

Participación Triestamental

La educación superior debe hacer propios criterios democráticos de inclusión y participación, asumiendo que la dirección institucional se lleve adelante con voz y voto para todos los actores: funcionarios, académicos y estudiantes.

En consecuencia, es urgente una transformación profunda que permita poner a la educación superior a disposición del pueblo chileno y de quienes más lo necesitan, para eso proponemos estos ejes de acción, para enfocar correctamente las demandas necesarias y generar las reformas globales que necesita la educación superior de nuestro país.

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Los jóvenes, eje de la agenda
"criminal" del Estado

por Gonzalo Layseca, Universidad Católica de Chile


Como ya es costumbre, las políticas públicas enfocadas a la juventud siguen centradas en “el castigo”. Lamentablemente, la nueva Ley Penal Juvenil, aprobada en el Congreso, es quizá la expresión más clara de un sistema político que sólo nos toma en cuenta a la hora de ver quién delinque en nuestro país.

Lo más patético de este foco legislativo fue la movida de última hora del senador UDI Hernán Larraín, quien, con el apoyo de gran parte de los parlamentarios de la Concertación, consiguió que la nueva Ley promueva que los jóvenes condenados a penas superiores a cinco años cumplan dos de ellos en régimen cerrado, además de propiciar este régimen para quienes reinciden, aunque sean delitos de baja magnitud.

Al margen de la evidencia que demuestra que la reclusión no favorece la rehabilitación, y que incluso permite que los “centros de orientación” (penales juveniles) sean un factor dañino en los jóvenes y niños que delinquen, la iniciativa va en contra de los Derechos del Niño, convención ratificada por el Congreso chileno en 1990, y que mantiene vigencia.

Como era esperable, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia – UNICEF, manifestó sus críticas a la Ley planteando que “extender las sanciones privativas de libertad para adolescentes acusados de cometer delitos en los que no haya mediado violencia (…) contra las personas, contradice las finalidades que la misma Ley declara y no es coherente con los principios y fundamentos de reinserción social que la inspiran. La privación de libertad perturba la integración social del adolescente y provoca un daño en su desarrollo”.

Más allá de la discrepancia con una de las instituciones más validadas a nivel internacional en temas de infancia y juventud, nos parece que el foco expuesto en el debate sobre la nueva legislación penal juvenil, donde tanto la Alianza como la Concertación han insistido en acelerar la discusión, demuestra que para el establishment político los jóvenes sólo somos sujetos susceptibles de tener responsabilidad a la hora de tener que culparnos por algo.

Atribuir responsabilidad penal a jóvenes sobre los 16 años demuestra que para el Estado chileno desde esa edad existe discernimiento, pero… ¿Por qué los mismos que reconocen a los jóvenes desde esa edad discernimiento y responsabilidad a la hora de delinquir no reconocen mayores derechos políticos y sociales? Si hoy se plantea que un adolescente es punible, ¿por qué no podrá tener derecho a voto en las elecciones o a optar por algún mecanismo de anticoncepción y de prevención de ETS?

Hoy vemos como la incongruencia nuevamente se hace carne entre quienes detentan el poder político, incluyendo a los jóvenes en su agenda sólo para crear castigos. Por eso debemos seguir demostrando que como actores políticos y sociales tenemos el derecho de influir y de tomar decisiones, tal como los secundarios demostraron el año pasado que la determinación y la claridad de demandas podían convertirlos en actores relevantes a la hora de pensar en el país que queremos construir. Si no nos tomamos los espacios, nadie reconocerá nuestros derechos.

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Pueblo Mapuche y la construcción socialista

por Paulina Brevis, Universidad de Concepción



Cuando Miguel Ñehuey comenzó a tocar el Kultrún y los peñi de la comunidad mapuche “Esteban Yevilao” nos animaron a danzar junto a ellos en una rogativa (choique purrún), sentí que el olor de la tierra bailaba junto a nosotros y que el encuentro hermano de dos culturas se expresaba en un solo grito de lucha.

El modelo neoliberal nos ha tratado de enseñar que la uniformidad del capital cala en las entrañas del hombre, que todos somos una misma moneda, y que las fronteras nacionales subyugan a los distintos pueblos, pero esa no es la realidad pues aunque se niegue vivimos en un mundo multicultural y en un país plurinacional, donde la nación mapuche tiene mucho que aportar.

Lamentablemente, las políticas de la Concertación se han dirigido al pueblo mapuche de manera asistencialista y con una mirada reduccionista de la problemática indígena, sin comprender que el tema no se reduce a un elemento económico o meramente “cultural”. La derecha y el gobierno parecen creer que el principal problema de los mapuches sería la pobreza en que viven, y no la exclusión y negación de sus derechos culturales, políticos, económicos y sociales. Parecen entender que la pobreza en que muchos de ellos viven es la causa del problema, y no realmente el efecto, el producto de poco más de un siglo de sometimiento forzado al Estado chileno.

Por lo mismo, hoy los mapuches alzan su voz y su lucha por derechos territoriales, autonomía, identidad y cultura, por el derecho a la autodeterminación, en definitiva, por liberación. Y en ese objetivo, no podemos restarnos de apoyar sus demandas, pues como Izquierda Cristiana sentimos el imperativo de solidarizar con la liberación de todos los excluidos y oprimidos.

Por otra parte, compartimos con los peñis la vergüenza de vivir en un país donde se ha perpetuado un modelo de desarrollo excluyente y beneficioso sólo para unos pocos, consecuencia del neoliberalismo imperante, en el cual se nos han despojado de nuestros derechos como pueblo chileno, y como pueblo mapuche.

Este no es el país que quiere el mapuche y este no es el país que queremos los que nos declaramos de Izquierda y, por lo mismo, debemos trabajar en conjunto para luchar por la construcción de una nueva sociedad alejada de las garras del capitalismo neoliberal.

Hoy sabemos que el socialismo no se presenta como el destino predeterminado del progreso humano, sino como la construcción opcional a la barbarie del capitalismo actual, y es por esto que quienes asumimos este desafío de construcción alternativa debemos comprender que ningún actor social o político, por sí solo, puede llevar a cabo una transformación social profunda, sino debemos unirnos y respetarnos, para alzarnos en una lucha común.

También entendemos que hoy, la construcción socialista debe repensarse y contextualizarse a la realidad de la evolución histórica actual, asumiendo a la convergencia de distintos movimientos, con su diversidad y desde ella, como su riqueza. En este contexto el pueblo mapuche tiene especial importancia pues su cultura, que son nuestras raíces, puede marcar profundamente la construcción de un nuevo socialismo, desde su arraigo a la tierra y al medio ambiente, así como desde su tendencia comunitaria y familiar.

De esta forma, entre retazos de memoria, se alza la lucha de un pueblo por mantener viva su historia y tradiciones, por mantenerse vivos… Y junto a ellos caminamos los que creemos en un proyecto socialista nuevo y real, porque tenemos una esperanza, un camino de lucha, y un grito común:

Juntos, 10 veces venceremos
!!!MARRI CHI WEU!!!
 
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